Estado Anterior
Situada dentro de una de las zonas urbanas de mayor trascendencia histórica, ocupa una de las principales terrazas de la ciudad romana y el epicentro de la ciudad omeya de Yayyan. Ya en el S.I se creó la primera gruta que dio origen a un manantial, de donde nació una importante tradición religiosa centrada en el culto al agua y dio nombre a la ciudad de Aurgi (Jaén). El desarrollo experimentado por la ciudad de Jaén entre los siglos XI y XIII llevó a sus habitantes a organizar la infraestructura hidráulica que ya poseía la ciudad. Este espacio vinculado al agua sirvió como equipamiento comunitario y posteriormente como contenedor de un depósito de agua para distribución también a edificaciones privadas mediante canalizaciones enterradas, es decir, los raudales. El resultado, la creación de una importante infraestructura que se distribuyó por el casco antiguo y que contribuyó enormemente a su propio desarrollo urbano.
Pese a las modificaciones sufridas, la fuente ha mantenido a lo largo de su historia la primitiva configuración arquitectónica, aunque se ofrece en la actualidad como un palimpsesto de intervenciones de compleja lectura; Planificado en época romana como una gruta procedente del manantial, convertido en un Ninfeo de planta absidal, utilizado como aljibe medieval de distribución subterránea de agua y terminado posteriormente con una portada monumental con arco de medio punto de grandes dimensiones.
Objeto De La Intervención
La solución final va asociada tanto al valor simbólico al que la fuente debe su origen como a la necesidad de recuperar su dimensión de espacio público, integrando esta vez los aspectos interpretativos del patrimonio. Las modificaciones que ha sufrido la Fuente de la Magdalena centradas en recuperar un estado original incierto y el constante descenso del nivel freático han derivado en un estado de ruina y abandono.
La Fuente de la Magdalena está declarada Bien de Interés Cultural y es escenario donde se desarrolla la Leyenda del Lagarto de Jaén, catalogada por la UNESCO como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad y declarada como uno de los diez Tesoros del Patrimonio Cultural Inmaterial de España. El proyecto constituye la última intervención del Plan Urban de Jaén llevado a cabo en colaboración entre el Ayuntamiento de Jaén y la Unión Europea. El proyecto persigue avanzar en la regeneración de esta zona urbana cuyo patrimonio monumental y cultural queda paradójicamente contratado por los grandes déficits existentes en cuanto a la cohesión social se refiere.
Descripción De La Intervención
La fuente de la Magdalena ocupa un espacio descubierto de noventa metros cuadrados, entre una hilera de viviendas estrechas y alargadas, medianeras unas con otras y situadas en la parte alta del centro histórico de Jaén, concretamente en el barrio de la Magdalena. El perímetro de la planta viene determinado por una fachada simétrica con un gran arco de medio punto y un muro interior de tres tramos, dos rectos y medianeros con las viviendas vecinas y uno semicircular de carga.
El proyecto recupera la escalinata semicircular que resolvía originalmente la diferencia de cota entre la calzada y la base del arco de entrada. En el momento de la intervención, dicha escalinata fue sustituida por un muro de contención y una escalera que obstaculizaba la permeabilidad. La construcción de distintas rejas a lo largo de los años había terminado por cerrar dicho espacio a los ciudadanos, con la consiguiente degeneración de su dimensión pública. La interpretación de dicha escalinata en un nivel superior, así como la reforma del espacio público más inmediato forman parte de la intervención y persiguen recuperar la continuidad perdida entre estos espacios públicos, continuidad que permitía a los ciudadanos llegar hasta el agua.
El gran arco de medio punto creado se cierra mediante una puerta corredera de dos hojas, cada una de 9.20m de alto y 1.80 de ancho, situadas en la cara interior del muro. La puerta está realizada en chapa perforada de acero de 2mm plegada en V sin perfilería interior y colgada de un perfil superior que ayuda a la consolidación del arco existente. El resultado es un velo ligero y continuo a través del cual se filtran imágenes y sonidos del agua permitiendo la continuidad urbana entre la fuente y la calle exterior, tanto de día como de noche en los momentos en que es cerrada para su control. La fuente reproduce la planta y se acerca a la idea de contenedor de agua, pero esta vez identificando contenido y contenedor. Está construida por muros de vidrio azurre de 19mm apilados y fijados mediante materiales resinosos transparentes. El contenedor se adapta casi en su totalidad al aljibe que llegó a ser en la Edad Media y el flujo de agua rebosante hace referencia al rebosadero original que todavía se conserva.
Desde la entrada la imagen se reduce a un plano horizontal de vidrio y agua cuyos límites se pierden donde empieza la percepción de los tapiales y muros de contención de piedra. Su altura permite percibir desde el exterior un espacio inundado. Entre la lámina de agua y los muros perimetrales, el suelo de vidrio se convierte primero en escalinata y luego en escalera, conduciéndonos lentamente hasta el extremo opuesto. Allí, una vez por debajo de la lámina de agua (referencia del nivel original), descubrimos un espacio próximo a un aljibe. Una gran burbuja de aire utilizada como espacio interpretativo, donde aparecen los tres raudales principales que distribuían el agua. Aquí al final de este breve e intenso recorrido empieza la historia del Raudal de la Magdalena.
Valoración
Después de tantas alteraciones de funcionamiento y modificaciones realizadas en los últimos diez siglos, heredamos un palimpsesto de difícil lectura que había perdido su relación física con el ciudadano, su función pública, hasta su cierre permanente. Este hecho sitúa al proyecto de arquitectura en un ámbito de discusión interesante: la necesidad de ampliación del concepto de espacio público. Para esto es necesario revisar los límites conceptuales entre espacio público contemporáneo, infraestructura hidráulica, fuente pública y equipamiento cultural.
De igual forma, ha sido necesario replantearse el propio concepto de recuperación y preguntarnos cómo integrar este último estrato desde la contemporaneidad, la necesidad de recuperar el valor esencial del lugar poniendo en valor los restos encontrados. El proyecto interpreta cada resto ofreciendo la misma validez a todos los estratos encontrados, validez que se fundamenta en la capacidad de cada pieza para explicar los acontecimientos que lo han construido a lo largo de los siglos. En este sentido, el proyecto establece una valoración unitaria de la historia como un proceso unico.
En este sentido, la materialidad del agua nos ha prestado su valor asociado tanto simbólico como conceptual, protagonista del desarrollo urbano. La piedra, encargada durante siglos en contener la tierra y preservar el espacio que el agua necesita para ser ofrecida, nos ha prestado su sistema constructivo. El vidrio, finalmente, nos ha regalado su capacidad para recibir ambos préstamos y ofrecer la experiencia que significa sumergirse en la historia de este lugar.